Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1667
Legislatura: 1899-1900 (Cortes de 1899 a 1901)
Sesión: 17 de julio de 1899
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 38, 1012
Tema: Homenaje a Castelar

El Sr. SAGASTA (D. Práxedes): Pocas satisfacciones, señores Diputados, he tenido en mi ya larga vida política, como la de secundar la iniciativa del Sr. Moya, apoyando la proposición que con tan laudable propósito y tan buena fortuna ha sostenido ante el Congreso; y pocos actos he realizado con tanta efusión de mi alma, como el de responder a la invitación con que me ha honrado S. S. para que con mi modesta palabra preste concurso a su simpático empeño.

Pero ¿qué he decir yo, después de lo que aquí se ha dicho por todos los que me han precedido, y, sobre todo, después de lo que ha dicho el autor de la proposición? ¿Qué he de decir, como no sea declarando que acepto como mío todo lo que ha dicho, porque a [1012] mí me sería de todo punto imposible encontrar expresión tan elocuente de mi propio sentimiento como la que en labios del Sr. Moya ha expresado la tristeza de su corazón, dolorido ante la pérdida del amigo querido y del insigne patricio, gloria de la tribuna y de la política española?

¿Qué he de decir yo, si después de todo creo que el mejor homenaje que se puede rendir a la memoria del que, rey de la palabra, supo además brillar en todas las manifestaciones de la inteligencia y sobresalir en todas las esferas del saber humano, es recordar y repetir su nombre; su nombre, que, como ha dicho muy bien el Sr. Maura, vale más que todos los discursos que aquí pudiéramos pronunciar, y vale infinitamente más que cuanto yo pudiera decir; su nombre, que tiene el raro privilegio, negado desgraciadamente hasta ahora a nuestra Patria, de unir a todos los españoles en una sola voluntad y en un mismo sentimientos; su nombre, que, salvando fronteras y traspasando mares, ha venido a ser en vida conocido y admirado de todo el mundo, y, en muerte, de todo el mundo llorado? ¡Emilio Castelar!

Ahora recuerdo que era vecino mío en este sitio; a mi lado se sentaba, y cuando en los últimos años de su vida se retrajo del Parlamento, yo al ocupar mi asiento y ver el suyo desierto, no podía menos de exclamar con la alegría íntima que nace de la esperanza en la consecución de un bien ardientemente deseado: ¡ya volverá! Pero ¡ah! que aquella esperanza ha quedado del todo desvanecida, y desde entonces, al ocupar mi asiento y ver desierto el suyo, no puedo menos de exclamar con la más amarga de las tristezas: ¡ya no volverá, y no volverá porque ha cambiado para siempre de asiento!

Señores Diputados: que Dios en su infinita bondad se lo conceda allá en las alturas tan preeminente entre sus escogidos, como el que él supo conquistarse aquí abajo entre los mortales!

¡Honor a la memoria de Castelar en la tierra!

¡Gloria a su alma en el Cielo!



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